El mal efecto de mimar a los hijos crecidos

El dar a niños de tierna edad todo lo que desean puede de hecho hacerlos engreídos y más egoístas. Los padres en edad más madura que continúan dando a sus hijos adultos todo lo que ellos desean pueden contribuir a que para los hijos sus padres sean principalmente una fuente de regalos, más bien que personas que merezcan respeto y afecto.

Este hecho fue un golpe para una mujer desilusionada que escribió que ella y su esposo habían estado “dando y dando cosas a [nuestros] dos hijos por años, en toda ocasión posible, y les pedíamos que no gastaran dinero en nosotros.” Pero los padres recibieron una sacudida cuando, después de ofrecer a su hija ya crecida una estatua costosa, ella dijo: “No se molesten.



Un día todas estas cosas van a ser mías, y luego las venderé.” La madre se lamentó así: “Me faltan palabras para expresar cuánto me dolió esto.” Sintió más dolor aún luego, cuando tanto el hijo como la hija, ya crecidos, comenzaron a hacer preguntas sobre cuánto pudieran heredar cuando ella y su esposo murieran. Dijo ella, tristemente: “Nunca creí que oiría tales comentarios de nuestros propios hijos”.

Los hijos crecidos que reciben demasiado de sus padres en lo referente a lo material no solo se crían mimados; también quedan sin haber aprendido la valiosa lección de recibir gozo por medio de dar de lo suyo a sus padres, o por medio de hacer algo por ellos. Muchas veces sucede que los padres que no dan demasiadas cosas a sus hijos descubren que cuando posteriormente sí dan un regalo inesperado hay mayor probabilidad de que sus hijos lo aprecien. A los padres se les tendrá mayor aprecio por lo que son, más bien que por lo que puedan dar.

Mimar es bueno.

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