Hoy desperté con
ese pensamiento y recordé que el Salmo 121 nos dice: “Levanto la vista hacia las montañas, ¿viene
de allí mi ayuda? ¡Mi ayuda viene del Señor, quien hizo el cielo y la tierra! Él
no permitirá que tropieces; el que te cuida no se dormirá. En efecto, el que
cuida a Israel nunca se adormece. ¡El Señor mismo te cuida! El Señor está a tu
lado como tu sombra protectora. El sol no te hará daño durante el día, ni la
luna durante la noche. El Señor te libra de todo mal y cuida tu vida. El Señor
te protege al entrar y al salir, ahora y para siempre”.
No puedo describir
lo que mi corazón siente al leer este pasaje bíblico pero puedo afirmar con
convicción que hay alguien mucho más grande que tú, más grande y más alto que
ese monte que se ha levantado en tu vida y ese Dios esta arriba… en los cielos.
Sí, desde allí Dios mira las montañas, mira el mundo entero pero solo se enfoca
en ti: “Tú eres su punto de enfoque, tú
eres el amor de su vida… Él es tu guardador”. ¿Qué hermoso, verdad?
Recuerdo que de
pequeña tuve la muñeca ángel de la guarda
y mi mami, al acostarme, hacía que escuchara sus dulces palabras… y yo dormía
como una bebe. Es más, al recordarla siento una tranquilidad embargadora. Y te
preguntarás ¿por qué?, si era una simple muñeca. La respuesta es sencilla: La naturaleza humana siempre busca protección; es decir, necesitamos
sentirnos protegidos. El enemigo aprovecha esa situación y nos hace pensar que
Dios ya se adormeció para nosotros, que nos ha olvidado… que no nos protege, ni
nos cuida.
No sé como te
sientas en estos momentos, quizás quisieras que el mundo te borre o que pasen
“liquid paper” sobre tu nombre. ¿Has pensado esconderte donde nadie te
encuentre? ¿Hacer un viaje a tierras desconocidas donde nadie te conozca? Sea
cual fuera tu deseo, déjame compartir contigo una verdad que ni el diablo mismo
puede borrar: “Dios no te olvida, en Él tienes un escondite perfecto… el hueco de su
mano”.
¿No lo has
percibido? Dios mismo te cuida en este momento, Él es tu sombra protectora. Si
no me crees, lee conmigo este pasaje de la Biblia: “Yo, el Señor, soy su guardián; todo el tiempo
riego a mi _____________ (coloca tu
nombre) Día y
noche cuido de ella para que nadie le haga daño.” Isaías 27:2 NVI
Quizá no te has dado
cuenta porque estás más enfocado en el ruido que las circunstancias están
produciendo a tu alrededor… Es necesario que apacigües tu corazón y escuches lo
que el Señor tiene para ti: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” Salmo 46:10 RV60
Dios nos hace
invisibles al mal… ¿Lo recuerdan? Semanas atrás estuvimos hablando de ello y
hoy tienen que comprender, con claridad y sin confusiones, que el estar bajo su
protección nos hace indestructibles.
Hace algunos años
decidí hacer un viaje con dos amigas, Rosy y Cecilia, nos íbamos a Pucallpa.
Como queríamos conocer la zona, decidimos viajar por vía terrestre y faltando
unos cuantos kilómetros para llegar a nuestro destino, unos facinerosos
interceptaron el ómnibus en el que viajábamos en un lugar llamado “la garganta
del diablo”. ¿Curioso, verdad? No fue casualidad…
Esos hombres se
acercaron con rifles hacia las ventanas y tres de ellos irrumpieron dentro…
Eran las cuatro de la madrugada, todo estaba oscuro. Sus rostros estaban
cubiertos con unos pasamontañas y nos obligaron a bajar. ¡Era un asalto! Solo
escuchábamos groserías en las que los delincuentes nos pedían que bajáramos
pronto del autobús. Nos empujaron para recostarnos sobre la tierra húmeda pues
la noche anterior había llovido y empezó lo que temíamos… la revisión de
cuerpos con el fin de buscar dinero y así robar todo lo que tenían a su
alcance. En esos momentos, muchas ideas pasaron por nuestra mente: oraciones
silenciosas y clamores de protección.
Los minutos se
hacían interminables y los nervios empezaron a embargar a muchos pues solo
alcanzábamos a escuchar insulto tras insulto. Una joven que estaba al lado
nuestro, empezó a sollozar y la paz que nos había embargado era tan grande que
¡hasta la compartimos a la gente que nos rodeaba! Fue así que, cuando llegaron
a nosotras ni nos tocaron… se pasaron de largo… ¡Ni siquiera nos vieron porque
estuvimos escondidas en EL HUECO DE SU MANO!
Escuchamos balas,
gritos de pavor de algunas mujeres pero a nosotras nada nos pasó. Sí, hubo heridos, muchos pasajeros perdieron
objetos de valor y vuelvo a repetir… pero
a nosotras nunca nos hicieron nada. Una vez más lo tengo que escribir,
para que captes la idea, estábamos
escondidas en EL HUECO DE SU MANO. Dios nos estaba protegiendo porque
tenemos un propósito que cumplir y no nos puede pasar nada hasta que ese
propósito no se cumpla en nuestras vidas.
Han pasado los años
y al recordar con mis amigas esta noche negra, simplemente nos reímos, miramos
al cielo y decimos: “Nuestra ayuda
siempre viene de Dios…”. A veces uno cree que ello solo sucede en las
películas de acción pero nos sucedió a nosotras y las tres podemos confesar que Dios es real y nos ama con tal
profundidad que nos hace invisibles al mal. ¡No hay por qué temer!
Quizá en estos
momentos algún enemigo se ha levantado para contar 1, 2,vienen por ti…. y luego
decirte: “No hay lugar donde te puedas esconder, voy a llegar a hacerte daño,
te voy a destruir porque te detesto”. Déjame decirte que te está mintiendo de
la forma más burda. Esa serpiente no sabe de tu escondite ni siquiera se lo
imagina… pero ¡Shhh! No se lo digas a nadie… al final tú ganas. ¿Sabes por qué?
Sí, porque estás escondido en el hueco de la mano del invencible.
Disfruta de ese
bello momento y comparte conmigo de las veces en que has estado EN EL HUECO DE
SU MANO…
Por Wenddy Neciosup
www.wenddys.blogspot.com
Por Wenddy Neciosup
www.wenddys.blogspot.com