
Más de 70 días vivieron en la cueva, sin contacto con el sol. Perdieron la orientación del día y de la noche, la noción del tiempo, perdieron la conciencia de la realidad, los ojos se acostumbraron a la penumbra, los ritmos del cuerpo se adaptaron a esa situación de rigor, la convivencia era áspera, se cambiaron los códigos de conducta, se aceptaron acciones que en la superficie eran impensables. Y sobrevivieron. Por eso tomaron tantos cuidados al rescatarlos de a uno. La principal preocupación era que la subida de más de 60 minutos no sea traumática y que el efecto de la luz no impacte negativamente.
El cambio fue absoluto. Pasaron de la oscuridad y humedad de la mina a la frescura, luminosidad y amplitud de la planicie. El reencuentro con las familias, los amigos, las cámaras de televisión, regresaron a la realidad. Solo quien sale de la oscuridad más absoluta puede disfrutar con plenitud de las ventajas de la luz.
Es el mismo beneficio que nos dio Jesucristo cuando nos salvó. Vivíamos con la consigna del diablo, en su reino de oscuridad y habíamos perdido la conciencia. Y con su muerte en la cruz, Cristo nos rescató del hoyo donde vivíamos pensando que estábamos bien. Nos cambió la realidad, nos abrió la visión a una realidad luminosa y espiritual. Le volvió a dar sentido a la vida y nos liberó.
¡Glorioso Salvador que hizo un milagro más impresionante, poderoso y glorioso que rescatar a 33 mineros del desierto de Copiapó! Te rescató a vos.
REFLEXIÓN : Jesucristo te cambia el hábitat.
Un gran abrazo y bendiciones
Autor: Dany
Fuente: Devocionales Cristianos